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Historias de Terror

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Alma de Fantasma - Cap 2. Soledad

El 23 de agosto de 2010 marcó el comienzo del nuevo ciclo escolar, y aunque experimenté emociones nuevas en las semanas siguientes, no les presté mucha atención. Como de costumbre, mi alarma sonaba a las 5:00 AM. Los primeros días me costaba levantarme, pero pronto se convirtió en rutina. Después de arreglarme y desayunar, a veces preparaba mi almuerzo, aunque la mayoría del tiempo comía en la cooperativa de la escuela. Solía llegar en bicicleta, un trayecto que apenas tomaba diez minutos. Al llegar a la escuela, saludaba a quienes ya estaban allí. El director siempre llegaba antes que yo, irradiando una gran energía que contagiaba a todos a su alrededor. La señora de la cooperativa solía traerme café, una costumbre que iniciaba mis días. Sin embargo, fue un miércoles por la tarde cuando ocurrió algo peculiar, algo que marcó el inicio de una serie de extraños eventos que sucederían en los baños de la escuela. Al atardecer, recibí la indicación de limpiar los baños, alrededor de las 6:00 PM, cuando la mayoría de los alumnos ya se habían ido. Mientras me dirigía hacia allí, noté un par de chalecos en la entrada del baño de hombres. Aunque era común que los niños olvidaran sus pertenencias, me sorprendió encontrarlas en ese lugar. Sin embargo, antes de que pudiera reflexionar demasiado, el sol comenzó a desaparecer, así que me apresuré a realizar mi trabajo. Terminé rápidamente y me dirigí a limpiar otro salón. A las 7:00 PM, la noche había caído por completo. Solo me quedaba un salón por limpiar, así que me apresuré para terminar el día. Al regresar a mi espacio de trabajo, encontré los chalecos que había visto en los baños, lo que me desconcertó. Me preguntaba por qué había pensado que estaban junto a los utensilios de limpieza, pero rápidamente descarté el pensamiento y regresé a casa. Al día siguiente, al limpiar los baños nuevamente, recordé los chalecos y experimenté una extraña sensación que me recorrió el brazo izquierdo hasta la cabeza. A pesar de que me parecía absurdo pensar en ello, la sensación persistió. Al terminar de limpiar, noté cómo el tiempo había pasado rápido, pero algo más llamó mi atención. Los baños de la escuela estaban ubicados en un patio extenso, con tres salones adyacentes. La entrada de los baños proporcionaba la única fuente de luz, lo que los sumía en una oscuridad casi total. Los sonidos del exterior se desvanecían una vez dentro, dejando solo el eco de gotas cayendo y el susurro del agua. Fue entonces cuando me percaté de la soledad y la pesadez que emanaban de aquellos baños, un sentimiento que despertó mi instinto de supervivencia y marcó el inicio de una serie de sucesos inquietantes.

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La Pata de Mono I

Esta es una historia que leí recientemente del autor William Wymark Jacobs (W. W. Jacobs), y me gustaría compartirla en este sitio, ofreciendo una pequeña reseña o, mejor dicho, un resumen parafraseado con algunos aportes propios. La historia comienza con una familia esperando a alguien en su casa; esta familia estaba compuesta por el padre, la madre y el hijo. Desde la tarde hasta la llegada de la noche pasaron algunas horas, y a medida que el sol se ocultaba, la paciencia de todos comenzaba a agotarse. Finalmente, llegó la noche, y con puntualidad también llegó aquel a quien tanto esperaban: un hombre de profesión militar, un soldado. Aunque era un hombre sereno y de expresión taciturna, relataba a la familia historias y maravillas de sus experiencias por el mundo, y de paso les vendía algunos artículos que traía consigo de sus viajes. Entre los objetos que tenía, llevaba una pata de mono que, según contó, había obtenido en la India. Se decía que la pata poseía poderes mágicos que le había conferido un brujo mediante rituales especiales. Según la leyenda, la pata de mono concedía tres deseos; solo había que levantarla y formular el deseo para que este se cumpliera. Sin embargo, aclaraba que los deseos debían ser lógicos y razonables, y nadie hasta ahora había intentado pedir algo fantástico, como volar. La pata, momificada, despedía un aroma peculiar, aunque no desagradable. Cuando la familia mostró interés en la pata, el soldado les advirtió seriamente que no tomaran el asunto a la ligera, pues su uso traía consigo consecuencias. A pesar de sus advertencias, la familia no se dejó intimidar y prefirió pensar que todo era una superstición sin sentido. Luego de algunas horas, el hombre se fue, dejando atrás la pata y otros objetos, así como muchas historias fascinantes que la familia disfrutó. Más tarde, ya acostados, el padre, escéptico, miró a su esposa e hijo, quienes se reían incrédulos por haber pedido un deseo a la pata de mono. El deseo fue simple: 200 monedas para aliviar algunas de sus deudas. Los tres rieron, creyendo que no era más que una tontería. Todos se fueron a dormir, pero el padre, mientras reflexionaba, no pudo evitar recordar que, al pedir el deseo, la pata de mono se había movido ligeramente. Este detalle le dejó una extraña sensación, un cosquilleo en la nuca, como si una advertencia de peligro o de una catástrofe inminente se activara en su interior. Temeroso, se largó a dormir, sin saber lo que el destino trágico le aguardaba.

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La Pata de Mono II

A la mañana siguiente, todos comenzaron su rutina diaria. Mientras desayunaban, nadie mencionó nada sobre lo sucedido la noche anterior, especialmente el padre, pues temía que lo tildaran de loco. Así que conversaron como de costumbre durante toda la mañana. Finalmente, el hijo se despidió para ir a trabajar. Las horas pasaban, y el padre se sentía cada vez más inquieto, sin poder asimilar el movimiento y la extraña sensación que le había dejado la pata de mono. Pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando su esposa notó a un hombre que rondaba cerca de la casa, titubeando como si no estuviera seguro de entrar. La esposa lo observó durante unos momentos, hasta que el hombre, por fin, decidió avanzar por el pasillo que llevaba a la puerta y tocó. La mujer lo recibió amablemente y se disculpó por su vestimenta, explicando que estaban vestidos para trabajar en el jardín. El hombre, bien vestido pero visiblemente nervioso, comenzó a hablar. Ellos empezaron a sospechar que tal vez su visita estaba relacionada con el deseo que habían pedido la noche anterior. El hombre, tembloroso, pidió disculpas por su mensaje y les rogó que no se enojaran con él, pues solo estaba cumpliendo con su trabajo. Les explicó que venía de la fábrica donde trabajaba el hijo de la pareja. La noticia los tomó por sorpresa, y la esposa, angustiada, le suplicó que le dijera qué había ocurrido. Finalmente, el hombre, con tono solemne, dijo: “Su hijo tuvo un accidente. Eso es todo lo que puedo decir, pero ya no va a sufrir más”. Esas palabras fueron suficientes para que la esposa entendiera la situación de inmediato. El padre, aún impactado, no comprendió del todo hasta que el hombre añadió que, aunque la empresa no se hacía responsable, quería otorgarles una indemnización en reconocimiento a los años de servicio de su hijo. Exaltado y con una sonrisa nerviosa, el padre preguntó cuánto era el monto de la indemnización. El hombre, con pena, respondió en voz baja: 200 monedas.

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