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Horror

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Sombra en la Puerta

Les comparto una historia que escuché hace algunos años, por lo cual no es de mi autoría, pero que hasta hoy me hace sentir un pequeño escalofrío. La contaré como si fuera mía a partir de ahora: Había conseguido mi primer apartamento en un edificio antiguo, el tipo de lugar que cruje en cada esquina y tiene tuberías que suenan a medianoche. Era pequeño, pero suficiente para mí. Sin embargo, al poco tiempo de mudarme, empecé a notar algo extraño. Cada noche, justo cuando apagaba la luz para dormir, escuchaba un sonido como de pasos suaves en el pasillo, acercándose a mi puerta. Los primeros días pensé que era mi vecino del piso superior o alguien bajando las escaleras. Pero una noche, a eso de las tres de la mañana (no sé porque todos estos fenómenos ocurren a este tipo de horas), escuché los pasos detenerse justo al otro lado de mi puerta. Hubo un silencio, pesado y absoluto, como si algo estuviera esperando. A la mañana siguiente, encontré una huella en la puerta, una marca como de una mano, pequeña y húmeda, pero... no era una mano humana. Los dedos parecían más largos, y las marcas estaban heladas al tacto. Traté de ignorarlo, pero noche tras noche se repetía: los pasos, el silencio, la marca en la puerta. Finalmente, dejé una cámara en el pasillo para grabar, buscando una explicación racional. Al revisar las grabaciones, vi una sombra alta y delgada que se detenía frente a mi puerta, y lo que parecía una mano alargada tocándola. No pude soportarlo más. Empaqué mis cosas y me fui esa misma semana. Nunca supe qué era esa sombra.

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La Pata de Mono III - Final

La noticia golpeó a la familia con una crudeza devastadora. La esposa, rota por la tristeza, se retiró a la habitación, incapaz de asimilar la tragedia, mientras que el padre se quedó en la sala, sosteniendo con manos temblorosas las 200 monedas, aquellas mismas que habían pedido la noche anterior. El recuerdo de la pata de mono y el siniestro deseo les parecía ahora una burla cruel. Horas después, en un intento desesperado por encontrar consuelo o explicación a lo ocurrido, el padre sacó la pata de mono de su bolsillo. La examinó en silencio, lleno de amargura y desesperación. "No puede ser una coincidencia", pensaba. Su corazón, en un estado de profunda agitación, se negó a aceptar la realidad de que su propio deseo había desencadenado la muerte de su hijo. Aquella misma noche, el padre se sentó junto a su esposa, ambos agotados y sumidos en la desesperación. En medio de la oscuridad y con lágrimas en los ojos, la esposa miró la pata de mono y sugirió que tal vez, con otro deseo, podrían recuperar a su hijo. A pesar del miedo y la desconfianza que el objeto les inspiraba, el dolor de la pérdida era aún más fuerte que su temor a las posibles consecuencias. Temblando, el padre alzó la pata de mono por segunda vez. Con una voz apenas audible, deseó que su hijo regresara a casa. La pareja esperó en un silencio aterrador. Pasaron los minutos, y el único sonido en la casa era el tictac del reloj en la pared. Cuando la medianoche se acercaba, escucharon algo. Un golpe sordo, luego otro, y otro, cada vez más cerca. La esposa, al reconocer aquellos sonidos, corrió hacia la puerta con una mezcla de esperanza y pavor. Pero el padre, preso de un terror indescriptible, intentó detenerla. Sabía, en el fondo de su alma, que lo que estaba al otro lado de la puerta no era el hijo que habían perdido, sino algo mucho más siniestro. A pesar de sus advertencias, la mujer abrió la puerta. Allí, en el umbral, se encontraba su hijo. Pero su apariencia era desgarradora: su cuerpo aún mostraba las marcas del fatal accidente en la fábrica, donde había sido atrapado en los engranajes de una máquina. El rostro, desfigurado, apenas dejaba entrever al joven que había sido; su piel era pálida y sus ojos vacíos. Era su hijo, pero al mismo tiempo, era algo mucho peor, algo que no pertenecía al mundo de los vivos. En un último acto de horror y arrepentimiento, el padre alzó la pata de mono por tercera y última vez. Con un grito ahogado, deseó que aquello desapareciera para siempre. El silencio se hizo en la casa. Al abrir los ojos, el padre vio que el umbral estaba vacío, y la puerta se cerró lentamente. Todo rastro de su hijo, de su deseo, y de la pata de mono había desaparecido, dejándolos solos con el vacío de la pérdida y el peso de sus decisiones.

Imagen de una Historia en Mundo Mítico
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